Estableciendo el modelo para todos los autos Bugatti que siguieron, el Type 35 fue diseñado y fabricado como ningún otro, y presentó primicias mundiales para garantizar una dinámica, agilidad y rendimiento inigualables. A pesar de estas cualidades inherentes, el coche que se convertiría en el coche de carreras más exitoso de todos los tiempos no tuvo el mejor comienzo de su ilustre carrera en el Gran Premio de 1924 en Lyon-Givors.
Con la visión y el estilo característicos que fueron el sello distintivo de cada proyecto en el que se puso manos a la obra, Ettore Bugatti se aseguró de que su Type 35 fuera un verdadero auto de carreras de pura sangre. Tanto los conductores como los espectadores se bastaron con una simple mirada de admiración a la bellamente proporcionada máquina de ocho cilindros para darse cuenta que era la encarnación misma de la función que define la forma.
Sin embargo, el Type 35, que conseguiría más de 2,500 victorias y podios durante una carrera que duró más de 10 años, no siempre se salió con la suya. De hecho, su debut en competencias estuvo plagado de desafíos. Se inscribieron cinco Type 35 en el Gran Premio de Lyon de 1924, una carrera celebrada por el Automobile Club de France a lo largo de 35 vueltas a un circuito de 23,1 km. Con un sexto, el prototipo original, que se mantuvo en reserva.
Los Bugatti fueron conducidos de Molsheim a Lyon sin encontrar el más mínimo problema. Durante la práctica se instalaron protectores contra piedras delante del radiador y delante del conductor junto con un termómetro en la tapa del radiador, pero no surgieron problemas ni preocupaciones. Así, una vez iniciada la carrera, los pilotos Jean Chassagne, Pierre de Vizcaya, Leonico Garnier, Ernest Friderich y Bartolomeo “Meo” Costantini no podían prever las dificultades que enfrentarían.
Pero no fue el Type 35 en sí el que tuvo el primer problema en la pista: los neumáticos especiales fabricados resultarían problemáticos, y el primer fallo se produjo en la primera vuelta, en el coche de Vizcaya. Lo peor estaba por venir para él en la tercera vuelta, cuando una banda de rodadura se separó de la pared lateral, sentando un precedente para el drama que se desarrollaría frente a los 100.000 espectadores que se alineaban a lo largo del recorrido.
Tras un cambio de especificaciones y de proveedor, Ettore Bugatti escribió en una carta que había conducido 520 km desde Estrasburgo a París en un Type 35 equipado con neumáticos nuevos, a una velocidad media de casi 100 km/h. Convencido de la integridad fundamental del coche, y de que seguramente llegaría el éxito, continuó afirmando que: “Se han construido diez Type 35. Casi todos se venden a los clientes. Algunos ya están entregados y son una alegría para sus dueños. Se pueden utilizar tan fácilmente en ciudad como en cualquier carrera. Espero en la próxima ocasión hacer una mejor demostración de la calidad de mi construcción”.
Esa oportunidad llegó en el Gran Premio de San Sebastián. Esta resultó ser una salida mucho más exitosa, con Constantini una vez más marcando la vuelta más rápida y pasando al segundo lugar.
Dejando atrás los problemas iniciales, el Type 35 evolucionó rápidamente hasta convertirse en un ganador de carreras sin igual y podríamos afirmar que desde ahí ya no había forma de detener a Bugatti.